domingo, 26 de abril de 2020

Amadeus (1984) de Milos Forman


Debo comenzar por decir que esta es una de mis películas favoritas. Aun así, no pretendo detenerme en ese ejercicio pedante y errático, el cual consiste en preguntarse: ¿qué tan acertada históricamente es Amadeus? Veo que muchas críticas existentes sobre esta película se centran en esa cuestión, de manera casi recurrente. Dicha aproximación hacia este filme es errónea en mi opinión, es decir, no se trata de eso, ese no es el punto. Amadeus dista demasiado de pretender erigirse como un fidedigno retrato histórico de los eventos de la vida de Wolfgang Amadeus Mozart (o de Antonio Salieri, si se quiere). Podría argumentarse que quienes critican a este trabajo de Milos Forman, amparándose en ciertas incongruencias históricas, están olvidando que la película apunta a ser una adaptación de una obra de teatro, producto de la pluma de Peter Shaffer. ¿De qué se trata entonces? Simplemente de uno de los mejores estudios acerca de la envidia que se han llevado a cabo en la historia del séptimo arte.


El mismo Salieri, en su rol de narrador, nos confiesa que, durante una etapa temprana, Mozart era un nombre que le provocaba la mayor admiración, llegando a caer en una idealización extrema de la figura del austríaco. Este es el motivo por el cual resulta tan bien formulada la escena en la que Salieri ve por primera vez a su ídolo, encuentro que tiene lugar en la mansión del arzobispo de Salzburgo en Viena. Mozart, lejos de cualquier visión ideal, emerge frente a los ojos del italiano como un joven inmaduro y de un comportamiento excéntrico, pero dedicado enteramente a su arte, siendo capaz de componer una música maravillosa, irradiando magia en cada una de sus partituras. Ese encuentro con la realidad, o -dicho de otro modo- esa decepción, se vuelve fundamental en el desarrollo del personaje de Salieri, ya que este último, a partir de allí, va a convertirse en el antagonista, motivado por la envidia, que dedica todo su empeño en estropear la carrera de Mozart. A los celos se añade el odio, ya que quizá podría decirse -y a riesgo de adentrarnos en terrenos enteramente psicológicos- que  el odio de Salieri se encuentra dirigido hacia el Mozart real, es decir, el Mozart real encargado de ejecutar al Mozart ideal (que supiera ser tan estimado por el italiano).


Esa envidia, la cual no hará más que incrementarse con el paso de los años, irá llevando a Salieri a rebajarse en los mayores extremos con tal de socavar el éxito de su secreto rival. Y es apropiado usar el término secreto, ya que, en lo relativo a Mozart, la animosidad no parece ser mutua. Este último persigue su pasión, tal vez con la constante presencia de un padre dominante, pero sin privarse por ello absolutamente de nada. Quizás, en esta indiferencia, se halle el mayor insulto. Sin embargo, dicha indiferencia no detendrá las maquinaciones de Salieri, las cuales abarcan desde la formulación de habladurías, hasta hacer lo imposible para negarle a Mozart la posibilidad de obtener un cargo como músico en la corte imperial.


Claramente, aquí lo que importa es la ficción, es la obra de ficción, y no el Salieri o Mozart históricos, ya que eso constituye una cuestión aparte. No debemos perder de vista -como se mencionó al principio de esta reseña- que la obra de teatro (y, por ende, esta película) se encaminan en una dirección completamente opuesta a aquella representada por la recreación histórica puntillosa. Lo cual tampoco implica que en Amadeus se niegue por completo alguna virtud en el personaje de Salieri, de hecho, a lo largo de la cinta se insinúa que este último era un gran músico, con grandes virtudes y una carrera de relativo éxito. Este reconocimiento es muy notorio en la escena en que se representa el estreno de una de las obras del italiano: Axur, rey de Ormuz (Axur, re d'Ormus). El mismísimo Wolfgang asiste en persona al espectáculo, el público queda encantado con el trabajo de Salieri, los aplausos suenan por doquier, el emperador José II se pone de pie para afirmar que había presenciado la mejor ópera escrita hasta el momento: se trata de la aceptación total. Es interesante contrastar esta escena con un fragmento anterior de la película, cuando asistimos al estreno de una de las obras de Mozart: El rapto en el serrallo (Die Entführung aus dem Serail). Si bien, la recepción de la ópera en este caso es positiva, en su carácter innovador genera ciertas discrepancias por parte del público (llegando el emperador a afirmar que el resultado final contaba con "demasiadas notas"...). De la comparación entre ambas escenas puede delinearse, a mi entender, uno de los grandes temas presentes en Amadeus, el cual puede resumirse de la siguiente forma: para que existan individuos que se aventuren en la novedad, también es precisa la existencia de figuras muy destacadas en el  centro de la legitimidad. Creo que, al exponer esta cuestión, es donde reside uno de los grandes mensajes de la película, a la hora de abordar las cuestiones inherentes al proceso creativo. Dicho de otro modo, lo que el filme de Milos Forman intenta decirnos es que las críticas que recibe Mozart, en gran parte, se deben al carácter novedoso que su música tenía para la época, a lo diferente representado en el hecho de concebir algo nuevo, y nunca debemos olvidar que crear algo nuevo, en ocasiones, puede resultar fatídico (sin importar si luego, con el paso del tiempo, la posteridad lo recibe con los brazos abiertos).


En definitiva, lo importante, el foco, reside en el drama surgido del contraste entre las personalidades de los dos protagonistas. Contemplamos la tragedia de Salieri, quien renunciando a seguir un camino propio, se privó de ser él mismo; por más paradójico que resulte, Salieri se privó de ser Salieri, en su afán por convertirse en Mozart (situación muy evidente en la escena del dictado del Réquiem). Cabría interpretar que en el inicio de la película, al declararse culpable por asesinar a Mozart, Salieri está reconociendo más bien haber asesinado el arte de Mozart, mediante su envidia y sus intrigas, y esa posiblemente sea su mayor culpa.

Amadeus fue rodada enteramente en la ciudad nativa de Forman, Praga, la cual en el momento de la filmación se hallaba dentro del bloque soviético. La elección no podía haber sido mejor, debido a que -pese a ciertas restauraciones- Praga conserva en buena medida el estilo arquitectónico del siglo XVIII. Por ejemplo, la escena de Don Giovanni fue filmada en su totalidad en el Teatro Estatal de Praga (el Stavovské divadlo), el mismo teatro en el cual Mozart dirigió en persona el estreno mundial de Don Giovanni en 1787. El resto de las locaciones son hermosas, y la cinta en su conjunto despliega un auténtico festival visual de palacios, ropa de la época, pelucas y copiosas fiestas. Durante la escritura del guión, Peter Shaffer comentó que la música estaba convirtiéndose en el tercer personaje, y, en efecto, es una gran verdad, ya que la música es, en cierto modo, la otra inevitable protagonista de esta obra maestra. El gran Sir Neville Marriner supervisó la banda sonora, sólo con la condición de que no fuera alterada ni una nota de la obra de Mozart (lo cual fue cumplido a rajatabla). En cuanto al guión, las palabras de Peter Shaffer contienen algunas de las descripciones musicales más bellas que se han escrito, bien sea para el cine o la literatura. El reparto es de lujo, destacándose claramente las interpretaciones de F. Murray Abraham como Salieri, y Tom Hulce como W. A. Mozart. No en vano Amadeus supo ganar en su día ocho premios Oscars. ¿Qué mejor manera de terminar esta reseña, que con la lectura sobre Amadeus de otro personaje muy querible?


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